UN MAPA ABIERTO
- Juan Montoya
- 30 mar 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 4 may 2021
“Quizá en ello radica la incomprensión de algunos intelectuales de “peso completo” que han señalado con insistencia las debilidades de estos movimientos: “los indignados denuncian; no pueden enunciar”, les dice Edgar Morin; la emoción no sirve para construir”, les dice Bauman; “Hagan un partido”, les receta Dussel, y la lista puede crecer. El pensamiento consagrado exigiendo o menospreciando al movimiento y señalando faltas: ausencia de reflexividad, exceso de emoción, carencia de organización. En las tres críticas citadas, lo que parece comandar la interpretación de las irrupciones indignadas es la angustia intelectual por aquello que no se deja enmarcar en las categorías propias de la modernidad.”
(Reguillo, 2015: 10)
La idea de paisaje insurrecto en el contexto de pandemia plantea la existencia de un universo de temas y urgencias desde los cuales, las subjetividades juveniles están agenciando una pluralidad de mensajes que van desde perspectivas democráticas que buscan incidir en la estructura político electoral en los diferentes niveles de gobierno, hasta aquellos que los moviliza el ruido, el caos y la ruptura frente a todo lo que intente domesticar los cuerpos, las prácticas y sus formas de habitar los territorios virtuales o físicos y muchas otras, que son difíciles de rastrear, entender y acceder a su “bucle”, a su “burbuja”.
Durante este trabajo, los esfuerzos se centraron en aquellas Interrupciones que, si bien presentan fuertes diferencias frente al orden de las cosas, el accionar político institucional autoritario, la desconexión entre la oferta pública y las necesidades de los territorios, en la pluralidad de sus mensajes hay una seria apuesta por “agitar cerebros”, incidir políticamente, proponer alternativas políticas, movilizar la solidaridad y expandir la denuncia a través de acciones online y offline. En estas interrupciones hay amarres con territorios, causas y coyunturas que transcienden el radio de acción del contenedor político institucional denominado el municipio, el departamento y el país; agencian articulaciones, protestas y resistencia en ritmos y en formas que superan la capacidad de reacción institucional y que, constantemente, crecen en audiencias o “seguidores” que amplifican su mensaje.
Aunque tienen agendas, públicos y reivindicaciones particulares hay “emputes” comunes que, durante el período de pandemia potenciaron sus articulaciones, sus resistencias y sus protestas; particularmente, todas aquellas medidas de aislamiento preventivo que obligaban a quedarnos en casa para proteger la vida, aún sabiendo que para muchas de estas vidas el estar “en casa” dependía de la calle, ya fuera para trabajar o para alejarse de los peligros de la violencia doméstica. Pero también hubo emputes comunes en aquellas medidas, que por una parte prohibían la aglomeración social, la realización de eventos o encuentros de los colectivos culturales, las movilizaciones masivas o los plantones, pero por otra, promovían la reactivación de la economía. Si se puede salir a comprar el día sin IVA de manera masiva, ¿Cómo no tomarnos la calle?
El otro empute movilizado intensivamente durante este período fue el de la defensa de la vida, los cuerpos y las agendas disidentes. la muerte de líder, el joven, la trans, la lesbiana, el campesino, el firmante del acuerdo y el estudiante movilizaron la pandemia de la muerte, la cual no estuvo confinada y de manera selectiva y sistemática, se fue esparciendo a una velocidad superior a la del Covid. La sistematicidad de las muertes como elemento común articuló la pluralidad de subjetividades, las cuales a través de sus redes sociales registraron, amplificaron y denunciaron esta cara de la pandemia.
Mientras tanto, el resquebrajamiento de la institucionalidad publica, su inacción frente a los emputes, las demandas y los mensajes profundiza la insatisfacción y el malestar social. El libreto de la institucionalidad pública local y regional ha estado paralizado, dedicado, en gran parte de este período, a la atención paliativa, alimentaria, a la generación de “diálogos”, “conversatorios” virtuales entre sus “burbujas” o seguidores, de ahí que todas estas formas de apropiación, resistencia e impugnación del orden dominante propuesto por estas subjetividades juveniles en el marco de la pandemia del Covid 19, transcendiera la capacidad de acción gubernamental local y departamental, las cuales solo aparecen representadas en el policía que se supone garantiza el "orden social".


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